Resumen
El documento explora el concepto del martirio cristiano en contextos de injusticia social y violencia política, particularmente en Colombia y América Latina. Inspirado en el Concilio Vaticano II y las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979), la reflexión inicial destaca que el martirio no se limita a la muerte por la fe en abstracto, sino que incluye a quienes son asesinados por su compromiso con la justicia y la defensa de los pobres, incluso cuando sus verdugos se autoproclaman «defensores de la civilización cristiana».
La obra recoge testimonios de mártires desde 1966 hasta 2012, presentados en un «calendario testimonial». Entre ellos destacan:
- Padre Héctor Gallego (1971): Misionero colombiano en Panamá, asesinado por organizar cooperativas campesinas que desafíaban el poder de terratenientes y autoridades corruptas.
- Monseñor Gerardo Valencia Cano (1972): Obispo de Buenaventura, llamado «el obispo rojo», muerto en un sospechoso accidente aéreo tras denunciar estructuras opresoras.
- Padre Iván Betancur (1975): Sacerdote colombiano en Honduras, torturado y ejecutado junto a campesinos por su labor en Olancho, donde promovió reformas agrarias.
- Hna. Luz Marina Valencia (1981): Misionera violada y asesinada en México por defender comunidades indígenas.
- Misael Ramírez y Humberto Jiménez (1981): Cooperadores laicos en Caquetá, asesinados por el Ejército bajo falsas acusaciones de guerrilla.
- Ernesto Pill Parra (1982): Joven campesino que rechazó unirse a grupos paramilitares y fue torturado hasta la muerte.
- Catequistas de Estación Cocorná (1982): Cinco líderes comunitarios masacrados en Antioquia por promover organizaciones campesinas.
La introducción subraya que estos mártires encarnan la «segunda sangre» de la que hablaba Monseñor Romero: la de quienes, desde su fe, se solidarizan con los oprimidos. Su testimonio cuestiona tanto a los poderes que los eliminaron como a las iglesias cómplices del statu quo. El documento, coordinado por Javier Giraldo Moreno S.J., no busca canonizarlos, sino ofrecer su vida como «semillas de resurrección» en un continente marcado por la violencia estructural.
Estilo y enfoque: Mantiene un tono pastoral y teológico, vinculando cada caso con reflexiones bíblicas (ej. el Siervo Sufriente de Isaías) y citas de teólogos como Gustavo Gutiérrez. Rechaza la neutralidad ante la injusticia y reivindica el martirio como consecuencia de una fe encarnada en la historia.
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